3/05/2008

La negociación política con ETA

Una de las más conocidas - y socorridas- falacias argumentales que se utilizan en los debates, sean los del corazón o los políticos, es la conocida como "falacia del espantapájaros" u "hombre de paja", que consiste básicamente en representar la posición del adversario de una forma convenientemente falsa y sesgada y después atacar esa representación, en lugar de argumentar la posición del contrario. Así, la afirmación "Los homosexuales deben tener derechos iguales en la sociedad" se puede caricaturizar como "se dice que todos deben probar a ser homosexuales", y después se puede atacar la descabellada propuesta de que todo mundo experimente la homosexualidad, dejando de lado la afirmación original. Esta táctica marrullera es propia de personajes como el vocero de Aznar, Miguel Ángel Rodríguez (de quien tomamos el ejemplo), de Jiménez Losantos y de Pérez Dragó, el hombre para el que Falange es demasiado "progre".

La negociación "política" con ETA ha sido el hombre de paja más activo del PP en la campaña, y lamentablemente el PSOE, su presidente José Luis Rodríguez Zapatero y sus dirigentes no han respondido adecuadamente a este ataque. No sabemos por qué, hasta el segundo debate Zapatero dijo que ETA había roto la tregua precisamente por no obtener concesiones de carácter político, y si no se dijo antes bien podría ser parte de la estrategia del gobierno en su manejo de la política terrorista, que es su atribución, responsabilidad, obligación y privilegio. No hay gobierno sin secretos, y la lucha contra una organización como ETA demanda enorme discreción a riesgo de multiplicar las víctimas.

Pero la pregunta importante es, si el PP ha repetido hasta la saciedad que se ha negociado "políticamente" con ETA, es, primero, definir "políticamente". Este adjetivo se refiere a concesiones de orden político que atiendan a las reivindicaciones políticas del grupo terrorista, y que no son sino la independencia del País Vasco, considerado como una entidad que incluye al País Vasco francés y a la comunidad Navarra, y en segundo lugar la amnistía para los presos etarras. Si tal es una negociación "política", la pregunta inevitable es cómo conoce el PP los contenidos de las conversaciones del gobierno español con los representantes terroristas. Aquí, la más mínima malicia política nos diría que, si el PP y su líder Mariano Rajoy dispusieran de información real, la habrían hecho pública para servir a sus fines políticos. Decir que el señor o señora Fulánez, negociador con los terroristas, ofreció la independencia a ETA en la ronda de negociaciones del tal día, celebrada en tal lugar, sería un golpe realmente duro que demostraría que el PSOE ha hecho lo que ha negado hacer.

Pero el PP no lo ha hecho, y para un observador eso representa un indicio sumamente confiable de que no dispone de información al respecto, que se ha marcado un farol monumental que, por motivos no muy difíciles de imaginar, ha dejado pasar el gobierno pensando probablemente en que revelar datos que comprueben que no hubo negociaciones políticas significaría poner en riesgo vidas, prestigios, carreras y espacio de maniobra que a todos conviene que tenga quien encabeza el estado. O pensando, que es legítimo, que el gobierno no tiene obligación de demostrar que su adversario miente, sino que correspondería al adversario probar sus graves (gravísimas) afirmaciones.

Por desgracia, los medios de comunicación han omitido también la responsabilidad de preguntarle al señor Rajoy cómo sabe que las atrocidades que afirma son verdaderas, si puede probar que así es y así ha sido, preguntarle a Aznar qué pruebas puede ofrecer de que en los próximos cuatro años se negociará políticamente con ETA y, finalmente, preguntarle a ambos por qué, si Zapatero ha negociado políticamente los fines de ETA y se ha plegado a la banda, no ha ocurrido nada de lo que debería darse en función de ese acuerdo (independencia, reconocimiento y amnistía) y en cambio se ha dado lo opuesto, la ruptura del "alto al fuego permanente" de tan corta duración y el inicio de una nueva campaña de terror.

Afirmaciones de tal calado requieren, en ciencia y en política, pruebas de igual nivel.

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