3/30/2011

Por qué me opongo al movimiento "no les votes"

De manera recurrente, cuando hago algún comentario sobre el movimiento "No les votes" (hashtag #nolesvotes) en Twitter (donde soy @elnocturno), salta un grupo distinto de personas a lincharme un poco y de paso presentar los mismos argumentos que he comentado una y otra vez, forzando una reiteración por lo demás absolutamente inútil porque quienes se han comprometido con este movimiento no parecen muy dispuestos a considerar la posibilidad de que podrían estar cometiendo un error político.

Para no volverlo a repetir todo una y otra vez, revivo este viejo blog para hacer las puntualizaciones de por qué me opongo al movimiento "No les votes". Una oposición que comenzó cuando se lanzó el movimiento y dije "me parece que esto no está bien pensado en cuanto a acción y estrategia para obtener determinados resultados", y que hasta ahora me han demostrado que efectivamente, no está pensado y no se ha reflexionado a profundidad en meses, generando la ilusión --que me parece peligrosa-- de que es muy fácil solucionar todos los problemas políticos de España y de sus distintas identidades componentes, y de que este movimiento realmente es desde el amanecer de un nuevo tiempo hasta una "revolución".

Mi argumento esencial no es demasiado complicado: soy y he sido un hombre de izquierda desde que tuve una mínima y temerosa participación apenas adolescente en el movimiento estudiantil-popular de México en 1968, saliendo a la calle por las víctimas de Franco, por los golpes de Videla y Pinochet, apoyando la construcción de escuelas rurales, contando verdades no siempre cómodas desde la trinchera del periodismo desde fines de la década de los 70. De una izquierda poco dogmática, más bien libertaria, pero siempre consciente de que el enemigo es la derecha y su defensa de los intereses del gran capital deshumanizado, en particular, actualmente, el capital financiero, que se ha erigido incluso en adversario del empresario independiente. No tengo ninguna necesidad de justificar que soy de izquierda y no me avergüenzo de serlo.

Precisamente como hombre de izquierda no puedo apoyar a un movimiento cuyas consecuencias son, claramente, promover, apoyar o al menos permitir sin oponerse el triunfo de la derecha en las elecciones. No quiero que el PP gane elecciones, ni en el país, ni en ninguna comunidad autónoma, ni en ningún municipio, ni en mi comunidad de vecinos, ésa es mi prioridad. La segunda es promover un gobierno más de izquierda (aunque probablemente mi concepto personal de "más de izquierda" no se parezca al que tienen algunos), más justo, más crítico, más comprometido con los más desprotegidos, más limpio y más responsable ante los electores. Pero todo eso es después de impedir que gane la derecha, porque ganando la derecha nada de lo demás es ni siquiera factible.

El movimiento "No les votes" está dirigido en su concepción contra el PSOE, el PP y CiU y nace como una protesta en principio no partidista por la "Ley Sinde", esa disposición legal que criminaliza el compartir material en la red creando una situación de excepción para favorecer a grupos de presión ciertamente poderosos. A partir de allí ha derivado en un intento de "dar la oportunidad a otros partidos" para que gobiernen en lugar del PP, el PSOE y CiU. Especialmente la gente de izquierda ha asumido "No les votes" como una oportunidad de ajustar cuentas con un PSOE al que detestan, y cuya derrota están dispuestos a pagar con el triunfo de la derecha, algunos aceptándolo de modo abierto y otros aduciendo su volutarismo de que los resultados electorales realmente dejarán atrás al PSOE, al PP y a CiU para que triunfen en municipios y comunidades autónomas las opciones que consideran "de verdadera izquierda", y principalmente Izquierda Unida.

En el proceso, además, muchas de estas personas han asumido acríticamente como verdades incuestionables las acusaciones que ha hecho el PP al gobierno del PSOE, repiten de modo insistente que el PP y el PSOE son idénticos y afirman que el PSOE ha traicionado los principios de la izquierda al asumir una serie de medidas para administrar la crisis económica y a utilizar el movimiento como arma contra el bipartidismo español.

La ley Sinde es inaceptable, de eso no hay duda. Y debería ser objeto de protestas y movilizaciones inmediatas desde el mismo día de su aprobación. Sin embargo, no hubo tales movilizaciones. Todo se centró en el movimiento destinado a impedir que la ciudadanía vote a los tres partidos que aprobaron esa ley. Personalmente, mi compromiso con la libertad en la red no sólo es téorico desde que en la década de 1990 dediqué durante años una columna ("Circuito impreso") en una revista informática al análisis del impacto social de Internet, sino también práctico, pues hace bastante tiempo estoy liberando mi trabajo literario y periodístico bajo licencia Creative Commons en el blog "Listo pa' llevar" (no deja de ser paradójico que haya quienes escriben contra la Ley Sinde mientras venden libros con derechos protegidos). Pero, creo que la lucha contra la Ley Sinde debería estarse dando día a día en distintos espacios (desde el Constitucional hasta la difusión de los efectos siniestros de la ley entre personas no informadas) en lugar de reducirse a ponerse de acuerdo para no hacer algo un solo día (el de las elecciones).

La pregunta entonces es, ¿realmente es posible que un movimiento como "No les votes" pueda conseguir el triunfo de otra opción electoral, especialmente de izquierda y echar del poder y de la posibilidad de gobernar por igual al PSOE que al PP? Mi conclusión es que en este momento es imposible, y que se está beneficiando a la derecha en un acto de canibalismo que, por otro lado, es habitual desde que se inventó la "izquierda" en la revolución francesa de 1789. Una y otra vez hemos asistido al espectáculo de la izquierda empeñada más en una lucha contra otras expresiones de la izquierda que contra la derecha, origen de muchísimas de las derrotas históricas que hemos diseñado, mano con treinta dedos que casi nunca hace puño, para júbilo de la derecha que tiene clarísimos sus intereses y suele aprovechar la división. Como en este caso.

El sistema D'Hondt y el bipartidismo

El sistema D'Hondt es un procedimiento aritmético del siglo XIX para asignar proporcionalmente diputados en función del porcentaje de votos de su partido. Se trata de un sistema que se utiliza en muchos países donde se votan listas y no personas, y existe por tanto una representación parlamentaria proporcional, desde Venezuela hasta Turquía y los países europeos. Su contraparte es el sistema de elección directa de representantes a las cámaras legislativas, como en Estados Unidos, donde se compite por los votos de un distrito electoral, y gana un solo candidato, dejando sin representación camaral a todos los partidos u opciones perdedores, independientemetente del número de votos que hayan obtenido. (En los sistemas presidencialistas, a diferencia de los parlamentarios, el ejecutivo se elige de modo independiente del legislativo, se vota al hombre, al candidato, y puede ser proclamado triunfador por mayoría simple o, como en el caso de Estados Unidos, mediante un complejo sistema de colegios electorales no exento de problemas.)

No es éste el lugar para analizar las ventajas y desventajas de cada uno de los sistemas. Cierto que el sistema D'Hondt favorece claramente a los partidos mayoritarios cuando los hay, pero al mismo tiempo da poder excesivo a los partidos menores cuando el voto se pulveriza en muchos partidos, ninguno de ellos claramente predominante. En el caso de España, en elecciones generales, como han denunciado repetidamente los partidos minoritarios, el resultado de la aplicación del sistema D'Hondt es que cada escaño le cuesta mucho más a un partido pequeño que a uno grande, afectando principalmente a Izquierda Unida, que no es lo bastante grande ni lo bastante pequeña para beneficiarse del sistema.

En las elecciones generales de 2008, por ejemplo, el PSOE obtuvo 11.289.335 votos traducidos en 169 escaños, con lo que cada escaño representó a 66,801 electores, el PP obtuvo 10.278.010 que le dieron 154 escaños, cada uno representando a 66,740 votantes, mientras que Izquierda Unida obtuvo 969.946 votos que le representaron 2 escaños, cada uno de ellos con un "coste" de 484.973 electores. Al otro extremo, UPyD obtuvo un escaño con solamente 306.079 votos.

Sea o no justo, equitativo o aceptable el sistema, lo importante es que tal es el sistema vigente, y no sólo en las elecciones generales, sino en las autonómicas y municipales. Duplicar o triplicar los votos de Izquierda Unida no representaría duplicar o triplicar sus escaños forzosamente, mientras que quitarle algunos cientos de miles de votos al PSOE (menos de lo obtenido por IU) le quitaría automáticamente la mayoría en el Congreso y por lo tanto el gobierno.

Me parece evidente que la solución al bipartidismo no es fácil, pues pasa por que los propios partidos beneficiarios de este sistema votaran contra él y legislaran otra forma de asignación de los escaños en las elecciones por listas. No pretendo saber qué se debe hacer, sólo dejar claro que en las condiciones actuales, cualquier trasvase de votos de la izquierda del PSOE a IU se traduce en pérdida de escaños y entrega de los mismos al PP. Que esto no sea nada agradable no lo hace menos real, y cerrar los ojos a ello es una irresponsabilidad.

Decir, como alguien me dijo en Twitter, que darle el poder al PP durante un tiempo es un buen precio a pagar por acabar con el bipartidismo, es una falacia porque el PP en el poder por supuesto que no va a dar un solo paso para acabar con el bipartidismo y sí por desmovilizar aún más al voto de izquierda. Y en el proceso puede hacer muchísimo daño a libertades individuales y logros colectivos que se sacrificarían de modo inadmisible.

Por supuesto, una forma de acabar con el bipartidismo es cambiar a los partidos desde adentro, que es una posibilidad al menos aritméticamente posible. Al momento en que escribo esto, el sitio "No les votes" afirma tener 739.535 usuarios únicos. Compárese esto con la militancia del PSOE, de unos 360.000 miembros, e incluso la del PP, de algo más de 700.000. Si todos los militantes de "No les votes" se inscribieran mañana en el PSOE, se podrían apoderar del partido, obligarlo a votar para cambiar el Sistema D'Hondt, moverlo a la izquierda tanto como quisieran, en fin, utilizarlo para su utopía particular y, claro, para tratar de convencer a la gran mayoría de los votantes que hasta hoy no han hallado muy creíble la opción de Izquierda Unida u otras aún más radicales o sectarias. Incluso lo podrían hacer con el PP, en una inscripción masiva que dejara fuera de los cuerpos dirigentes del partido a sus actuales jefes. Aunque fantasiosa, esta posibilidad aritmética es en todo caso mucho más viable o realista que acabar con el bipartidismo dejando de votar al PSOE y entregándole al PP municipios, comunidades autónomas y, en última instancia, al país entero para modelarlo según lo sueñan Rajoy, Esperanza Aguirre, González Pons o Francisco Camps.

La otra opción es la construcción de una organización partidista a la medida de quienes protestan. Esto puede tomar varios años, pero no es imposible. Aún en ese caso, la construcción de un nuevo partido de izquierda con cientos de miles de militantes y posibilidades electorales efectivas sin duda será más fácil de hacer si no gobierna la derecha. Exige recorrer, hablar, convencer, registrarse, conseguir financiamiento, crear una opción política viable, capaz de atraer votos suficientes para ser un verdadero factor en la política española, y a sabiendas de que tarde o temprano habrá corruptos en nuestras filas (y hay que echarlos, como hace con frecuencia, no siempre, el PSOE, no encubrirlos como hace casi siempre el PP), y aguantar los sinsabores de la lucha política que siempre es repelente. Es una opción compleja, cansada y poco agradecida, pero sin duda más razonable que simplemente decir "no".

La lealtad del votante de derecha

En general, el ciudadano definido como "de izquierda" es más crítico con los suyos que el de derecha. No sé si la división sectaria es parte de la genética de la izquierda como han propuesto algunos estudiosos, simplemente es un hecho constatable en todo tiempo y lugar, siempre divididos en varios partidos y mirando a los demás no como compañeros de ideales que piensan distinto, sino directamente como enemigos, herejes, revisionistas, heterodoxos y malvados servidores del enemigo. El votante de izquierda le exige más a sus representantes que el de derecha, lo cual es sin duda alguna una actitud encomiable, pero también está dispuesto a castigarlo retirándole el apoyo, demonizándolo y dejando abierto el camino a la derecha, lo cual ya no parece tan astuto. Y es que presionar al partido en el gobierno para que se mueva en una u otra dirección se hace, en todo caso, ofreciendo y retirando apoyo a la labor cotidiana de gobernar, no una vez cada cuatro años pasándose por un colegio electoral. Negociar, ofrecer, ser una fuerza ciudadana continuada es una forma de tener un gobierno de izquierda más a nuestro gusto, sin duda alguna. Pero luce poco y exige dedicación.

Como para muchas personas la actividad política se reduce al voto, la derecha (en todos los países y circunstancias, no sólo en la España del siglo XXI) apuesta a las distintas formas de abstencionismo como forma de obtener el poder o garantizar su permanencia en él. El "abstencionismo" no es sólo la abstención pasiva (quedarse en casa) o activa (el voto en blanco o nulo), sino también el voto por partidos minoritarios que se convierte en un voto que no tiene peso en el resultado final de los procesos electorales, que es la opción que propone "No les votes". Para la derecha (que en no pocos casos ha promovido la creación de partidos alternativos de izquierda, ecologistas o progresistas), el objetivo es que el voto de izquierda no se concentre en un solo partido, sino que se pulverice y se vuelva así irrelevante políticamente.

A cambio de esta reacción del votante de izquierda, que pretende que sus gobernantes hagan exactamente lo que prometieron (aunque las condiciones cambien de modo radical) y que piensen exactamente como el propio votante piensa respecto de todos los asuntos públicos, el votante de derechas es en general inamovible, su lealtad sólida y su odio a la izquierda abrumador y decisivo.

Esto no es una declaración voluntarista, es una expresión de los hechos constatables.

En las elecciones generales de 2000, el PP obtuvo la mayoría absoluta con un total de 10.321.178 votos, sólo 43.168 votos más de los que obtuvo en 2008, cuando perdió la elección. ¿Por qué obtuvo una mayoría absoluta en el 2000 si sus votos son iguales? Porque el PSOE sólo obtuvo 7.918.752 votos.

Siguieron cuatro años de Aznarato sin freno ni control: tramas Gürtel, bodas imperiales para la hija del caudillo, el desprecio del Prestige y su desastre ambiental, modificación del criterio del paro para dejar de contar como desempleados a más de medio millón de españoles, huelga general, desastre del Yak-42, apoyo a un golpe de estado en Venezuela, guerra de Irak y manipulación interesada de los atentados del 11-M. Un resumen verdaderamente estremecedor de cuatro años lamentables.

¿La reacción de los votantes de derecha ante todo esto el 14 de marzo de 2004? El PP obtuvo 9.763.144 votos. Es decir, perdió tan sólo 558.034 votos como castigo por todas esas acciones y omisiones de gobierno realizadas, todas, voluntariamente y no bajo presion, digamos, de una crisis mundial. ¿Y por qué perdió la elección si ante los menos de 8 millones de votos del PSOE del 2000 habría obtenido de todos modos un triunfo holgado? Porque las mentiras del 11-M movilizaron al electorado de izquierda, a los abstencionistas habituales, que al grito de "mañana votamos, mañana os echamos" dieron al PSOE 11.026.163 votos.

Vemos así que el factor que da al PP el poder o se lo retira no son sus votantes, sino los votantes del PSOE. Cuando la izquierda que se considera ajena al PSOE (o que considera al PSOE ajeno a su concepción de la izquierda) deja de votar por el PSOE, los poco más o menos 10 millones de votos del PP permanecen y representan más escaños:

Año
PP
PSOE
Resultado
1996
9.716.006
9.425.678
PP
2000
10.321.178
7.918.752
PP
2004 9.763.144 11.026.163 PSOE
2008 10.278.010 11.289.335 PSOE

"No les votes" se convierte así en un movimiento que llama a no votar por ningún partido mayoritario (más CiU), ciertamente, pero cuyas expectativas de disminuir el voto del PSOE son muchísimo mayores que sus expectativas de reducir el voto del PP en la realidad, y hasta hoy no han podido argumentar de modo convincente lo contrario. Sus posibilidades reales de favorecer opciones distintas de los dos partidos mayoritarios son muy distintas de sus objetivos declarados, su única opción es servir al PP aún sin quererlo.

La identidad PP-PSOE

A la luz de la campaña emprendida por el PP para el derrocamiento urgente del gobierno del PSOE y su sustitución por el PP, se ha extendido la idea de que el PSOE ha "traicionado a la izquierda" y que es hoy un partido de derechas indistinguible del PP.

La propaganda del PP que responsabiliza al gobierno español de la crisis económica ha sido sumamente eficaz, haciendo olvidar que esta crisis es mundial, y que ha sido culpa no de un partido, sino del gran capital financiero, si bien más favorecido por los gobiernos de derecha empeñados en la desregulación so pretexto de la "libertad económica". Pero el capital financiero se mueve en espacios inalcanzables, mansiones, clubes privados, jets privados, autos de lujo con escoltas, y sus lugartenientes están de todas formas al otro lado del Atlántico, en Wall Street, y es más fácil protestar ante el presidente de gobierno español, por más que éste lo único que haya hecho es tratar de salvar los muebles dentro de lo posible en una crisis sobre la cual tiene bastante poco control

En el caso de los países europeos gobernados por la derecha (que es además habitualmente mucho más democrática, menos fascistoide y menos radical que el PP español, donde aún laten corazones franquistas y cuyo presidente de honor lleva las manos manchadas de la sangre de más de un disidente de la dictadura, incluida una de las últimas víctimas de Franco, Salvador Puig Antich) es evidente que sus medidas han sido mucho más radicales que las tomadas por el socialismo español: despido de funcionarios a granel, reducciones brutales de salarios, aumentos de impuestos más brutales, más cuantiosos rescates a la banca (y beneficios al capital financiero).

Lo que el gobierno español hace mínimamente y a regañadientes en contra de sus principios es apenas el principio del programa de gobierno de la derecha, y puede ser mucho peor, porque en lugar de actuar contra sus ideales y obligado por una responsabilidad mayor, actuarían felices de imponernos un proyecto que deberíamos conocer perfectamente.

Ciertamente es difícil de entender la complejidad del sistema y es enormemente sencillo y tentador afirmar que un gobierno puede, sólo por medio de su voluntad, evitar ciertas acciones. Pensar que Zapatero pudo, por ejemplo, no hacer nada por reducir el déficit del gobierno, pero "optó" por hacerlo debido a cierta falla moral, es tranquilizador: la realidad está bajo control del presidente, sólo que éste no quiere hacer cosas buenas. Es mucho más sencillo que pensar que el capital financiero (sí, el enemigo histórico del trabajador y por ende de la izquierda) habría reaccionado cerrando las fuentes de financiamiento del gobierno español, abatiendo sus bonos de deuda y, de paso, apretar aún más el grifo de los créditos al consumo sumiendo a España en una situación incontrolable. El gobierno actúa obligado por las circunstancias, y lo más triste, quizá, es que cualquiera de nosotros, por más ideológicamente comprometido que esté con la izquierda, habría hecho lo mismo... o más.

El argumento de que la crisis ha sido mal gestionada en general por el gobierno español (dejando de lado los errores puntuales de toda persona y organización humana) no ha estado en ningún momento sustentado en argumentos claros. Es decir, ni el PP ni la izquierda más purista han podido decir: lo que se debió hacer es tal y cual. No ha habido propuestas de parte de la derecha porque sabe que no existen, que el margen de maniobra de los gobiernos maniatados por el capital es estrechísimo, ni de parte de la izquierda porque ni siquiera se los plantea, le basta decir --y es verdad, pero no toda la verdad-- que las medidas anticrisis son de derecha, y ofenderse porque las toma un gobierno de izquierda, sin emprender un análisis crítico económico y político de la situación. (Antes la izquierda se distinguía, si no por otras cosas, sí por una gran capacidad de análisis político y económico de las variables que determinaban el funcionamiento de las sociedades. Esto parece haber desaparecido.)

La burla fácil de que el gobierno que prometió el "pleno empleo" cuando las condiciones eran otras está ahora enfrentado a una tasa de paro brutal es un simple ejercicio en la ceguera voluntaria a los contextos. Es como el médico que promete conservarnos íntegros y el día que tenemos una gangrena por una infección fuera de nuestro control (y del control del médico) decide cortarnos una mano. No llevemos la metáfora más allá.

Por otra parte, las políticas sociales del PSOE, de súbito despreciadas por la izquierda "transpsoe", así como la reacción brutal ante ellas de la derecha (matrimonio gay, puntualización de la legislación del aborto, ley de la memoria histórica, reorientación del gasto público a políticas sociales, cheque bebé mientras se pudo, subsidio adicional al paro) bastarían para demostrar que pese a cualquier valoración más o menos facilista, las diferencias entre el PP y el PSOE siguen existiendo, y son ciertamente lo bastante relevantes como para luchar contra el triunfo del PP.

Cito de una respuesta que di en Formspring sobre el tema a algún anónimo de los que me atacaron por mis posiciones:
Gobernar un país no es sólo cuestión de tener ciertas ideas, sino de hacer lo que es posible. El PSOE puede no querer abaratar el despido o retrasar la jubilación o reducir las pensiones y verse obligado a hacerlo por una situación económica que no ha creado el gobierno. Decir que lo ha hecho "porque ha querido" es buena propaganda para el PP, pero no es verdad. 
Un buen ejemplo es la cantaleta de "el gobierno negó que hubiera crisis". Joer, ¿qué querían? ¿Que se provocara el pánico diciendo "esto se va a la mierda, chavalotes"? Es obligación de un gobierno tratar de llamar a la calma y quitarle hierro al asunto, lo hubiera hecho cualquiera responsablemente y lo hubieras hecho tú, quien quiera que seas, a poco de darte cuenta de que cualquier otra actitud sería políticamente irresponsable y muy perjudicial para el país.
La diferencia entre dos partidos son precisamente sus ideas y programa. Cualquier partido de izquierdas va a resistirse más a eliminar beneficios sociales, mientras que cualquier partido de derechas va a llevar la eliminación mucho más allá. 
Que la crisis ha sido mundial se refleja en que todos los países y gobiernos han tenido que emprender acciones poco populares y desagradables. Pero si comparas las que ha puesto en vigor el gobierno español con las de Alemania (echar a 15 mil funcionarios sin más), de Inglaterra (esta semana se anunció la privatización de TODOS los servicios públicos), verás que la derecha ha asumido la crisis como el gran pretexto para imponer las medidas antipopulares que la caracterizan, y la izquierda (con más o menos suerte y tino) ha tratado de salvar los muebles. 
Y un detalle que siempre se olvida: los gobiernos de izquierda suelen contar con el apoyo de los ciudadanos para poder emprender acciones audaces como los socialistas en Islandia, ejemplo que a muchos gusta acudir con frecuencia. Pedirle acciones similares a un gobierno que tiene una oposición desleal con el país y al cual además sus propios votantes lo han dejado solo y le han creído a la propaganda de la derecha es bastante irreal. En política si no tienes fuerza, no puedes hacer nada.
El Partido Popular y su peculiar versión de la derecha

En más de una ocasión he recordado que Winston Churchill era un personaje inequívocamente de derechas, imperialista y defensor del capital financiero y la supremacía de su país. Pero era antifascista y demócrata. Frente a él se irguió la amenaza del nazismo y no dudó un instante en jugarse todo por destruirlo sin plantearse (como si lo hiciera su antecesor Chamberlain) capitular ante el sanguinario payaso austriaco ni (como sí lo contemplaron sectores de la casa real británica) aliarse al nazismo para controlar Europa.

Winston Churchill era un derechista demócrata y con el que se podía dialogar, que podía encontrar (y encontró) puntos de contacto con sus adversarios ideológicos para alcanzar objetivos elevados. Adolfo Hitler, amigo, inspirador y admirado mesías de Francisco Franco, era de otra variedad de la derecha, una derecha populista y autoritaria capaz de rescatar el discurso de la izquierda por conveniencia (como el PP se ha posicionado de repente como "partido de los trabajadores" --evocador del NSDAP, el Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores-- o como "enemigo del gran capital y la banca especuladora", en un travestismo político que increíblemente algunos se creen), altanero y arrogante como Aznar, insidioso, capaz de utilizar la mentira de más baja estofa para conseguir sus objetivos.

España necesita, y se beneficiaría sin duda, de una derecha civilizada, moderna, democrática y heredera de Churchill, Adenauer, De Gasperi o Pompidou, todos antifascistas, y todos inspiradores del Partido Popular Europeo, cuyo programa electoral y sus acciones a nivel de cada país están muy lejos de lo que diariamente ofrece en España el Partido Popular en sus declaraciones y acciones, empapadas de admiraciones más o menos secretas por el franquismo (con el que los vínculos no sólo son ideológicos, sino familiares y personales), un odio a la izquierda con sobretonos de una Guerra Civil no cicatrizada y una admiración abierta por los sectores más radicales del Partido Republicano de los Estados Unidos (y, recientemente, por su excrecencia de ultraderecha antiintelectual, el Tea Party).

En otros países de Europa, frente a un PP de centroderecha como el de Sarkozy en Francia o el de Leterme en Bélgica, hay una derecha extrema electoral, como el Frente Nacional de Le Pen o Vlams Belang (Interés Flamenco), mientras que en Italia, el PP acabó desapareciendo ante el embate de la ultraderecha berlusconiana (tan admirada también por el PP español y sus alrededores).

En España, la ultraderecha electoral es irrelevante porque el PP incorpora, si no explícitamente sí de modo implícito y claro en su accionar, los "ideales" (soy generoso al llamarlos así) de la ultraderecha: nacionalismo furibundo, xenofobia y antiinmigrantismo (véase el punto 7 de programa del PPE y compárese), uso patrimonial del poder, desprecio al poder judicial salvo cuando juega a favor de la derecha, extremismo religioso y, ya dicho, ultraconservadurismo social y ultraliberalismo económico. Y convoca así a electores que van desde la derecha moderada hasta buena parte de los adeptos a la más extrema derecha neofascista.

Tenemos a una de las peores y más peligrosas derechas europeas. Nadie imagina a Ángela Merkel defendiendo los símbolos del nazismo, o a Sarkozy defendiendo la "herencia cultural" del régimen de Vichy, colaboracionista de Hitler. Pero vemos cómo el PP continuamente defiende los iconos del único gobierno fascista que sobrevivió a 1945, igual el Valle de los Caídos que las estatuas del hombre que durante 39 años masacró a cientos de miles culpables de pensar lo que no debían, más allá de la guerra que emprendió.

Podría, difícilmente, transigir con una derecha como la de Churchill... podría encontrar puntos en común, apoyar acciones en beneficio de todos. Pero no esta derecha, para la cual, mientras gobiernen sus odiados enemigos (no adversarios políticos, no, enemigos de guerra que merecen prisión y paredón, nada más) "lo que es bueno para España es malo para el PP".

No puedo aceptar que me impongan a esa derecha por una reacción tomada al calor de un enfado colectivo (la Ley Sinde) y que ha avanzado sin ninguna reflexión. La derecha directamente beneficiaria de "No les votes" es la menos deseable que podemos imaginar en democracia.

No es que importe, pero...

Personalmente, ¿quiero un gobierno más de izquierda? Por supuesto, pero ante todo no quiero un gobierno de derecha, como deseo tener una mejor casa, pero mi prioridad es no acabar viviendo en la calle. ¿Me gusta el bipartidismo? No, pero para combatirlo hacen falta proyectos concretos y no sólo la oposición al hecho, además de que creo que debe evaluarse con cuidado el peligro de que partidos ultraminoritarios se conviertan en bisagras que empujen al gobierno a posiciones extremistas, como ocurre en Israel. ¿Me gusta la idea del voto útil? No mucho, pero no la rechazo simplemente porque me disguste, sobre todo porque la opción (darle el poder al PP con un voto digno e individualista, que ofrezca una satisfacción personal insolidaria a costa del bienestar de las mayorías, que se supone que son del interés principal de la izquierda) me gusta muchísimo menos. ¿Estoy diciendo que todo debe mantenerse igual? Por supuesto que no, pero ello no significa que la voluntad de cambio baste para conseguirlo, ni que se deba pagar cualquier precio si no se tiene una razonable posibilidad de triunfo. Cambiar cuesta trabajo, bastante más trabajo que "no votar a" o hacer clics indignados en el ratón.

Dada la batida de la derecha en este instante, y visto lo visto en términos tanto de corrupción como de las acciones emprendidas por gobiernos como el de la comunidad de Madrid, Murcia o Valencia, así como las reacciones de la derecha internacional ante la crisis, reafirmo mi convicción de que lo primero es no caer en la derecha y lo siguiente es presionar para ir más a la izquierda, no al revés. Entiendo y aprecio las buenas intenciones de algunas personas del movimiento "No les votes" (descontando a quienes desesperadamente están tratando de instrumentalizarlo, por supuesto, y que no son pocos) y siento que estamos del mismo lado en cuanto a aspiraciones políticas y sociales. Pero la estrategia me sigue pareciendo poco reflexionada y las explicaciones que se me han dado sobre cómo un gobierno del PP inaugurará una "verdadera izquierda" y anunciará el fin del bipartidismo me suenan demasiado a carta a los Reyes Magos como para cambiar de opinión hasta ahora.

También es por ello que apoyo abiertamente el movimiento PPLeaks de Leo Bassi para que el PP no vuelva al gobierno. Y toda iniciativa democrática, legal y moral que mantenga a la derecha, y especialmente a esta derecha fuera del gobierno, lejos del dinero público y apartada de los espacios de decisión y legislación donde pueda impulsar su política antipopular, religionista, ginófoba, homófoba, xenófoba, patrimonialista, desreguladora, destructora del pacto social del estado y autoritaria contra las libertades individuales.

10/07/2010

POR QUÉ NO ENVIDIO A OCTAVIO PAZ

Para quienes ya se apresuraron en afirmar que es la envidia y sólo la envidia la que mueve las críticas que se han expresado hacia el ultraconservador Mario Vargas Llosa, amigo de dictadores propios y opositor a los ajenos, con motivo de su bastante inservible Premio Nobel, rescato esto que escribí en 1991 y publiqué en el suplemento "El Búho" del periódico Excélsior de México, sobre las mismas imbéciles acusaciones que se expresaron ante las críticas que se hacían al cófrade político de Vargas Llosa, también Premio Nobel y también traidor a la izquierda, la justicia y la libertad, Octavio Paz.

POR QUÉ NO ENVIDIO A OCTAVIO PAZ
Mauricio-José Schwarz

Ante las críticas y el desinterés de muchos por el ya prolongado espectáculo de autopromoción montado a raíz del premio Nobel obtenido por Octavio Paz luego de años de luchar por todos los medios para conseguirlo, no pocos de sus amigos y algunos ingenuos bienintencionados han echado mano de la máxima simplificación: todo aquél que no se embarque en una jornada de superlativos por el alto logro del autor de Ladera este es un envidioso. La envidia, nada más, mueve al crítico, al comentarista, al impugnador, al disidente, al adversario, al que llaman enemigo.

Tal reducción infantil de las preocupaciones de numerosos escritores, políticos, pensadores y simples ciudadanos peca de acrítica e irracional. Supone que todos queríamos el desprestigiado Nobel y estamos verdes de tirria porque se lo dieron a él y no a nosotros. Que queremos su revista, la adulación de los suyos y el nombre en letras grandes. Ojalá el asunto fuera así de sencillo y no estuvieran también en la balanza toda una serie de concepciones políticas, éticas, estéticas y humanas.

Pero, sin entrar en largas disquisiciones, me interesa al menos dejar claro por qué no le tengo envidia a Octavio Paz, cuyo premio espero que disfrute con salud y larga vida. Y esta precisión es importante porque en un descuido cualquiera que crea que envidio al poeta podría tratar de hacerme un mal favor dándome algo de lo que él recibe a raudales.

Octavio Paz goza del servilismo de un grupo de incondicionales que han dejado a la puerta del templo paciano sus capacidades críticas y de pensamiento propio. A mí no me interesa tener cómplices, sino amigos, y de preferencia amigos más inteligentes que yo, que cuestionen, que duden y que nunca me tengan por autoridad definitiva. Quiero alumnos que antes de aprender a decirme maestro aprendan a decir "¿por qué?" No le envidio a Paz sus cortesanos.

El poeta metido a ensayista ha comprometido su esfuerzo de creación literaria con la palabra por la palabra misma, como ideal aristotélico sin liga alguna con la realidad. No me interesa esa palabra por cuanto tengo la íntima convicción de que lo que se dice es tan importante o más que el cómo se dice, y mis palabras buscan servir a quienes me rodean, en particular aquéllos que sufren de modo incurable las consecuencias de la sociedad que defienden el poeta y sus amigos. Sé que el poeta antes celebraba el compromiso de la palabra y lamento que ya no lo haga. No envidio la palabra hueca, el cisne de engañoso plumaje.

Octavio Paz ha obtenido un amplio reconocimiento en lo que algunos llaman "las más altas instancias de la intelectualidad internacional" mediante el expediente de escribir en un lenguaje reservado a unos pocos, con referentes propios de su élite y con temas que le son desconocidos a tan destacados intelectuales, descubriéndoles, por ejemplo, su México personal. Yo escribo con la íntima esperanza de que la mujer y el hombre comunes hallen puntos de comunión real con mi palabra. No envidio al público de que disfruta Paz.

El laureado con el Nobel ha alcanzado el punto más alto de su popularidad gracias a su estrecha relación con una empresa televisiva que se ha distinguido por su desprecio a los valores de la crítica, la razón y el pluralismo. En programas de la empresa ha desarrollado largos monólogos y se ha visto beneficiado por campañas publicitarias destinadas a vender su obra a un público que difícilmente lo entiende y que, lo hemos visto con frecuencia, lo lee poco aunque lo compre. Yo prefiero la voz de la calle, la que se arriesga a la respuesta feroz, la que dialoga. No envidio el soliloquio de Paz, ni sus relaciones ideológicas con tal empresa.

Buena parte del prestigio ensayístico del autor que nos ocupa procede de una obra ya treintenaria, El laberinto de la soledad, en la cual dedica 191 páginas a la denigración de lo mexicano y de los mexicanos, al uso atropellado e ignorante de algunos vagos conceptos sicoanalíticos, a la confusión de la frase afortunada con el hallazgo de una verdad, al deporte olímpico del salto a conclusiones sin red teórica que lo proteja, al ejercicio de la palabra como arma para la humillación de lo mío. Yo conozco mi patria, la he recorrido aunque no conozca París o la India, y el México que he visto y conocido no se parece al que ha inventado Octavio Paz. No envidio el país atroz en que cree vivir Paz ni a la gente repulsiva y espiritualmente tullida que supone que lo habita.

Octavio Paz es director de una revista dedicada única y exclusivamente al sustento de la ideología política y estética que él propugna y por la cual lucha activamente de un tiempo a esta parte. Una revista que no permite que en sus páginas se cuele ninguna semblanza de divergencia o desviación de una línea claramente establecida, si no expresamente, al menos de modo implícito. Desde que yo, a los 17 años de edad y a cargo de un periódico escolar, decidí publicar íntegra la opinión de un condiscípulo que me atacaba como editor del periódico, creo que no debo temer a la opinión ajena. No puedo envidiar un órgano de difusión monolítico ideológica y literariamente. Por razones arriba anotadas, no envidio la tersura unánime de la manada.

El autor de Libertad bajo palabra jefatura un grupo que guarda de modo exacto las características que él mismo en el pasado aseguraba deplorar en otros grupos. Sus reuniones son a puerta cerrada y con invitación previa. Soy amigo de las puertas abiertas y de buscar gente nueva, gente diversa, individualistas no aptos para capillas, multiplicidad incluso en los grupos. No envidio al grupúsculo de Octavio Paz.

El cofundador de "Taller" ha recibido buena parte de su aplauso por su defensa abierta y sin duda honrada de un modo de organización social que pone el acento en el valor de mercado, monetario, del hombre y lo que el hombre hace, concibiendo la riqueza como producto del capital cuyo entorno ideal es un mercado sin frenos ni contrapesos. Yo sigo creyendo, la evidencia cotidiana me lo demuestra, que la riqueza de las naciones y de los pueblos es resultado del trabajo humano, no del capital, y por ello considero noble luchar, consecuentemente, por la implantación de un sistema justo donde dicha riqueza sea disfrutada por quienes la generan, bajo un sistema donde la competencia no sea a muerte y donde el triunfo propio no reclame, en palabras de Bertrand Russell, la derrota ajena. No envidio el aplauso de los administradores neoliberales que tan pródigos han sido con Octavio Paz.

Las múltiples tareas que se ha impuesto como árbitro del crear y el pensar nacionales (e internacionales) de fin de siglo, le han impedido a Paz tomarse el tiempo (espero que no sea por falta de buenas intenciones) para compartir numerosas preocupaciones respecto de la censura y la libertad de expresión, las atrocidades policiacas, el respeto al voto, los aumentos de precios, el sometimiento espiritual producto de la falta de escuelas, la injusticia permanente contra los trabajadores emigrantes a EU y muchas otras cuestiones de grave importancia para quienes las padecen aunque parezcan tan lejanas de las alturas del poder económico y político del poeta. No le envidio su falta de tiempo para hacer suyas las preocupaciones de los mexicanos comunes.

Algo que quizá sea mi incuria mental o estética me ha impedido hallar en la poesía de Octavio Paz los valores que sus defensores le adjudican. No envidio su palabra, mientras que envidio sana pero poderosamente a otros poetas. Toda la obra poética de Paz la cambiaría por unas líneas de Efraín Huerta, de Borges, de muchos otros.

Octavio Paz ha sido galardonado con el mismo premio que le fue negado airadamente a Camus, a Tolstoi, a Joyce y principalmente a Borges. No puedo envidiar tal premio.

Por lo demás, Octavio Paz me inspira el mismo respeto que cualquier chofer de Ruta 100, cualquier mecánico, cualquier ingeniero electrónico, periodista o escritor, cualquier mexicano que me sea diverso siempre y cuando no sea corrupto, deshonesto, incongruente o abusivo con los desposeídos. Con frecuencia me molestan las posiciones y actitudes del poeta, y afortunadamente cuento con las tribunas para expresarlo y dejar sentado que todavía, mal que les pese a varios, no hay unanimidad en este país. Tengo profundas divergencias respecto de sus posiciones estéticas, filosóficas y políticas y celebro que él las pueda expresar y yo impugnar. Puedo enfurecerme ante encuentros de "intelectuales" manipulados groseramente. Puedo leer a otros autores. Puedo hacer, sentir, escribir y pensar muchas cosas. Puedo aspirar a que mi obra llegue a los lectores. Pero no puedo sentir una pizca de envidia, el regusto de los celos, el mínimo aguijón de la codicia o la malevolencia, por lo que tiene Octavio Paz. Con su pan se lo coma y siembre cuanto cosecha.

11/01/2008

La fobia a la verdad

El ejercicio colectivo de defensa de la barbarie franquista (tanto la oficial gubernamental como la de la Falange) emprendido por una derecha española cada vez más radicalizada e irracional es un acto de revisionismo histórico al modo del siempre citado y poco leído Gran Hermano de George Orwell.

Desde los micrófonos de la COPE y desde los espacios que la derecha tiene abiertos en todos los medios (incluso TVE) se ha insistido en una serie de mentiras que se repiten continuamente como rezos culpables para cubrir de flores al Franco y a sus asesinos y torturadores.

Hacer lo mismo con el nazismo en Alemania es inimaginable. Si bien sería absurdo culpabilizar a los alemanes de hoy (salvo excepciones cada vez más escasas y de geriátrico) de la barbarie nazi, nadie se atrevería a decir que en realidad el nazismo no fue tan terrible, ni hablaría de una "época de extraordinaria placidez" ni mucho menos saldría a las calles a defender estatuas de Goebbels, Himmler, Heydrich, Rohm o Goering, que por otro lado desaparecieron a poco de finalizar la segunda guerra mundial, mientras que en España los generales asesinos y traidores siguen disfrutando de monumentos y todo un fasto simbólico que exalta 40 años de oscurantismo, odio, misoginia, miedo, tortura, fusilamientos, garrote vil y caprichos individuales en el poder patrimonialista.

En Japón, el general de las fuerzas aéreas Toshio Tamogami se vio de alguna manera inspirado al estilo en que aquí lo estarían César Vidal, Sánchez Dragó, Pío Moa y otros revisionistas neofranquistas, y escribió en una página Web un ensayo donde afirma que el accionar de Japón en China fue "legítimo", que Corea vivió gran prosperidad bajo el dominio japonés (sin mencionar a las "mujeres de confort", prostitutas esclavas, y la barbarie general de la ocupación), y Japón no atacó a Estados Unidos en Pearl Harbor, sino que se vio "obligado" a actuar por Roosevelt, el presidente estadounidense que estaba bajo el influjo (no podía ser de otro modo) de "los comunistas". El mundo al revés, pues, el mundo a contracorriente de lo que la historia ha descubierto y confirmado una y otra vez, del mismo modo en que los neonazis revisionistas intentan ahora contradecir lo que sus antecesores reconocieron y presumieron, como la barbarie y el holocausto de judíos y gitanos.

En otros países, donde el fascismo quedó cancelado como modo de organización por sus evidentes efectos deshumanizadores y autoritarios, mentir descarada e interesadamente no está bien visto. En Inglaterra y Austria, David Irving ha sido condenado repetidamente por afirmar que no existió el holocausto. En Japón, en este caso, el ministro de Defensa Yasukazu Hamada suspendió a Tamogami y ha anunciado que será despedido. El Primer Ministro Taro Aso también se ha manifestado contra el ensayo de Tamogami.

En España, manifestarse contra las mentiras de la jauría de la radio del arzobispado, las de la densa y amplia prensa neofascista, las de los pseudohistoriadores y las de los místicos del yoguismo falangista puede conllevar directamente ataques por parte de estos grupos cavernarios. El líder de Falange Española, Ricardo Sáenz de Ynestrillas, hace pocos días pedía un alzamiento militar contra el gobierno legítimo de España. Y salvo excepciones como las de cierto sector de la prensa, lo que campea es el silencio, incluso a nivel oficial y gubernamental. Ya pueden salir los fascistas a la calle con símbolos equivalentes a la esvástica y amenazando a la prensa, que el estado y los medios, en general, callan.

No se trata, nadie se equivoque, de pedir censura a ideas repelentes como la homofobia, la misoginis, el racismo y la defensa de la violencia que hace la derecha, por el contrario, España se honra como país democrático al permitir estas manifestaciones, pero más lo haría si hiciera a todos estos personajes legl, social, jurídica y económicamente responsables de sus palabras. Cuando la opinión se convierte en llamamiento a las armas, cuando se vuelve arma arrojadiza revestida de impunidad, cuando falsea los hechos de manera patente, hay responsabilidades.

Entristece y avergüenza que, a diferencia del Primer Ministro japonés Aso, los políticos españoles, incluso los de izquierda, se guarden demasiado de enfrentar a la derecha más carnicera. Pero mal harían los neofascistas en suponer que esto se debe a un cierto acuerdo silencioso, a un asentimiento avergonzado que revelara grandes corrientes de fascismo y neonazismo clandestinos en España. Se debe, y es fácil constatarlo en los rostros de quienes han callado durante tantos años con sus familiares enterrados en una cuneta, al miedo que sigue dominando a grandes sectores de la sociedad española. Un miedo que no le garantiza ningún futuro a los promotores del autoritarismo, el verticalismo, la antidemocracia y la barbarie física y moral, porque los que les temen son cada día menos. En Alemania y en los países ocupados por sus colegas nazis (esos a los que Franco les mandó apoyo militar, no lo olvidemos), el miedo desapareció porque hubo reparaciones y se mostró el verdadero rostro del nazismo.

Lo que deben hacer, por responsabilidad política e histórica los medios de comunicación no fascistas y el estado español es difundir ampliamente la verdad sobre los 39 años de oscuridad de España. La transición no se puede seguir convirtiendo en el espacio de la impunidad fascista, como lo ha sido. Debe ser la recuperación de España por los españoles de la calle, porque el conocimiento de lo ocurrido nos hará libres, y entre otras cosas, libres del miedo.

8/21/2008

La indecencia, la total indecencia

No lo puedo decir en el censurado blog de Rosa Díez, no lo puedo decir en los comentarios del diario digital de Jiménez Losantos, ni en su blog, ni en el de César Vidal. Es el Internet cuidadosamente vigilado del neofascismo, de la derecha vergonzante, de la indecencia.

Lo digo aquí: el espectáculo dado por la cadena oficial, sancionada y subvencionada por la iglesia vaticana, y por la despreciable hiena que ha mostrado ser Rosa Díez vulneran la más elemental decencia.

Las víctimas del desastre de Barajas, en todo caso responsabilidad de una empreas privada, no han sido siquiera identificadas, no digamos veladas y enterradas por sus seres queridos, y ya los buitres, especialistas en la utilización indecente de las víctimas de otras tragedias, habían caído sobre los calcinados cuerpos para responsabilizar, de una u otra forma, al gobierno socialista de lo ocurrido y de sus secuelas.

Es la indecencia, es la absoluta y total indecencia de quien no se detiene ante nada en su deseo infinito de violentar la voluntad popular saboteando golpistamente a un gobierno legítima y democráticamente electo solamente por ambición política, por odio visceral, por envidias y reconcomios propios de la peor bajeza, de los márgenes de lo humano, donde la psicopatía se expresa en la falta de respeto por el dolor de quienes se desprecia por no ser aliados políticos antes que deudos y seres humanos. Y falta de respeto al dolor solidario de todos los españoles de bien, ideologías aparte.

Lo único que queda como consuelo es que se trata de un puñado de enfermos, de un grupo ínfimo (apoyado por quienes quieren ganar sin arriesgar) que en su accionar cotidiano se condena al ostracismo creciente de una sociedad que quiere, y puede, resolver sus disputas políticas sin perder por ello las cualidades esenciales que nos hacen humanos.

¿No le queda ninguna decencia? le preguntó un abogado a Joseph McCarthy cuando su cacería de brujas llegaba al delirio paranoide. Allí terminó la cruzada de odio del senador. ¿Cuándo terminará la campaña de los McCarthys que plagan a España?

8/01/2008

Contra los ciudadanos y por el partido

El Partido "Popular" gijonés se ha convertido poco a poco en el referente de "la verdad detrás del partido", porque la desesperación de sus integrantes ante su impotencia electoral absoluta los ha llevado a ser honestos, o indiscretos, de modos asombrosos.

Cuando la ciudadanía gijonesa expresó su rechazo a la guerra de Aznar y llamó "asesinos" a los defensores de dicha guerra, el edil "popular" Juan Carlos Santos le reclamó a los concejales del PSOE y de IU: "La culpa de todo esto la tiene la puta democracia", idea que comparte ampliamente el sector criptofarnquista que no es despreciable en las filas del PP. Momentos después, otro concejal, Pedro Muñiz, a la derecha, se enzarzaba a gritos con uno de los manifestantes en la plaza mayor de la ciudad.



Se trataba del mismo Pedro Muñiz que un año después, en la manifestación del 13 de marzo de 2004 ante la sede del Partido "Popular" salió provocadoramente a pasearse frente a los manifestantes, tratando de originar un incidente.

Este personaje no sería más que un edil de un partido minoritario en un pequeño concejo del lejano norte español a no ser porque últimamente ocupa las primeras planas de no pocos diarios nacionales con declaraciones que al mismo tiempo pintan de cuerpo entero al declarante, a su partido a nivel local y al Partido "Popular" de Mariano el crispador y de Rajoy el crispadísimo.

Dijo Pedro Muñiz en una reunión de su partido: "La verdad es que estamos en un partido político y el fin primordial de un partido político, y hay que decirlo y dejarnos de demagogias, no es el bien de Gijón. Y por el bien de Gijón, ¿les vamos a dar las cosas para que lo hagan los socialistas? No. Como decía el difunto Pepe Coalla, el fin del partido es ganar y hay que ganar como sea".

"Ganar como sea es el lema de Jiménez Losantos, de Mariano Rajoy y de todos los "duros" del Partido "Popular". El "como sea" implica, por supuesto, la mentira el engaño, e, incluso, el sabotaje al gobierno. Así lo expresó el secretario general "popular" gijonés Luis Crego en la misma reunión: "... sin que se note, porque estamos haciendo política desde la oposición, poner la mayor cantidad de arena en los ejes para que al equipo de gobierno no le salgan las cosas bien, porque si al equipo de gobierno le salen las cosas bien, como si Zapatero logra el pleno empleo en dos años, nosotros no gobernamos".

Ésa es la ideología central que dominó, por supuesto, el accionar del Partido "Popular" durante los primeros cuatro años del gobierno de Zapatero, pero a nivel nacional. Más importa gobernar que el bien de España porque, y esto lo sabían bien desde Mariano Rajoy hasta los nuevos ideólogos de su entorno como Pío Moa, si Zapatero hubiera firmado la paz con ETA, el PP no gobernaría en mucho tiempo, a la espera únicamente de los errores del oponente, como los que pusieron al país en las manos de Aznar.

La infidencia de un exconcejal del PP expulsado del partido, Emilio Noval, ha permitido conocer las grabaciones (con amenaza de exhibir otras que obran en su poder) ante lo cual el PP gijonés ha declarado que denunciará, que fue objeto de espionaje y que "no descarta" que las grabaciones estén manipuladas. Basta escucharlas y conocer a los participantes para saber que no lo están, y bien lo saben desde la lideresa local y dos veces perdedora en las elecciones, Pilar Fernández Pardo hasta Mariano Rajoy, que ayer negó conocerlas.

La idea de una oposición leal, con la que se comparte el deseo de una sociedad mejor y de la que nos separan los medios y las formas, las ideas de cómo lograrlo, sigue sin arraigar en el Partido "Popular". España es considerada no como nación, como colectivo plural, como conjunto de individuos con rasgos comunes, y se aprecia sobre todo como posible rehén de una derechona que sueña con restablecer un autoritarismo donde se imponga la unanimidad por el amor o por la fuerza.

La democracia, no como sistema, sino como idea que privilegia a las mayorías y hasta su derecho a equivocarse, no ha arribado aún a una derechona que se resiste a soltar las corruptas ubres del franquismo y destetarse de sus tentaciones autoritarias. Aznar lo demostró, con su desprecio a la oposición, y Rajoy lo confirmó con su desprecio al gobierno. Cundo la democracia llegue al Partido "Popular", será un día felicísimo para todos los españoles que creen en la democracia. Si llega.


¿Nos conviene a nosotros políticamente que el balneario salga, que Muro sea una referencia nacional y que Gijón sea el culmen de la limpieza en toda Europa y nos den la escoba esta de platino. Pues, evidentemente, no".

"¿Nos conviene que salga el balneario?" | "Son éxitos para el Partido Socialista" | "Debemos poner la mayor cantidad de arena para que al equipo de gobierno no le salgan las cosas bien" MP3

6/27/2008

Recogiendo nueces

Hoy, de nuevo, ETA, por la vía de sus personeros políticos, mueve el árbol para que el PNV de Ibarretxe recoja las nueces, siguiendo la lamentable pero precisa metáfora de Xavier Arzalluz.

Ibarretxe logra al mismo tiempo aliarse con los terroristas del nacionalfascismo vasco para garantizar su permanencia política como lehendakari, en una acción electoral clarísima, y animar al nacionalfascismo español facilitando que se vuelva a acusar al PSOE de mantener la legalidad de los partidos que legalizó Aznar, y de no manipular a los tribunales para actuar antes contra esos partidos.

La combinación es aterradorar. ¿Es necesario todavía volver a argumentar la obviedad que significa el apoyo al gobierno legítimo de España y a Zapatero en medio de los ataques concertados de lo peor de dos mundos?

Tristes tiempos en que hay que defender lo obvio.

6/24/2008

La obligación de un gobierno

Mientras los dirigentes del Partido "Popular" sonríen porque la situación económica española no es tan buena como parecía, y se regodean cada vez que hay datos negativos, con ese ánimo mezquino que los caracteriza, el gobierno socialista realiza razonablemente bien su trabajo, un trabajo difícil pero un trabajo que no se puede hacer razonablemente de otro modo.

Un gobierno no puede promover el pánico entre su población, ni en situaciones de dificultades económicas ni en condiciones de crisis galopante, ni en situación de leve inseguridad ni en condiciones de guerra al borde de la derrota, ni en ningún otro escenario imaginable. El P"P" asegura que la "obligación" del gobierno, del PSOE y de José Luis Rodríguez Zapatero era decir desde el principio que el barco se había hundido, que España estaba por quedar detrás de Haití en indicadores económicos, que las chicas tendrían que ir todas a prostituirse a Rumania y los chicos deberían verse forzados a ir a trabajar en la industria de la construcción de Gambia, que esto era un desastre peor que el de la Alemania de la República de Weimar, el "corralito" argentino y el "error de diciembre" mexicano que provocó el "efecto tequila".

Ahora, si tal dijera el gobierno socialista, merecería el repudio más absoluto, aún si fuera cierto, que obviamente no lo es. Pero cualquiera sabe que una crisis económica, que depende no sólo de fenómenos objetivos sino de percepciones subjetivas, se profundizará ante la debilidad, incertidumbre o pánico del gobierno. Por el contrario, el manejo prudente de la situación por parte del gobierno ha conseguido que los grandes capitales que mandan en España no entren en situación de miedo, pese a los esfuerzos del P"P" por promover el desastre, que tanto les conviene. Decir lo que dice y hacer lo que hace es la única salida, y, lo más repugnante es que los señores del Partido "Popular" lo saben perfectamente.

Nada hay más temeroso que un millón de dólares, solía decir un amigo mío que tenía algunos. La obligación del gobierno es impedir que los millones de euros privados que mueven la economía sufran un irracional ataque de miedo que los paralice o lance fuera del país. La efectividad que ha tenido el enfoque gubernamental ante una situación económica internacional provocada por los grandes capitales especulativos se demuestra en que la bolsa no ha caído en picado, España aún no entra en recesión ni en "crecimiento negativo", y nada parece indicar que esta situación tenga tintes especialmente preocupantes en España respecto del resto de la Unión Europea ni que vaya a prolongarse más allá de los naturales ciclos económicos.

Zapatero está cumpliendo bien con su obligación como gobierno, lo sabe cualquiera, socialista o no. El P"P", por desgracia, cumple mal su función como oposición, porque una vez más, como durante los últimos cuatro años, su odio al PSOE y al gobierno, su pasión por dinamitar al adversario, no para mientes en el efecto que puede tener en la realidad de España, en los españoles, en el futuro. Su única misión de hacerse del poder a toda costa le impide hacer política bien hecha. Una oposición razonable y leal a los ciudadanos, por ejemplo, tendría a sus mejores técnicos proponiendo medidas para evitar la profundización de la crisis, exigiendo acciones concretas y, en todo caso, luego podría reclamarle al gobierno si no las aplica o humillarlo en la arena política si las aplica, pero sin sacrificar inocentes en el altar de su ambición. Acciones así, de oposición que ponga a los españoles por encima de los más bastardos intereses políticos están lamentablemente ausentes del panorama de los "populares", esa derecha española que se pierde entre sus odios internos y externos sin ofrecer nada útil, nada constructivo, nada que no sea agitación barata y propaganda de pocas luces.

6/20/2008

Rajoy: memorias de Pirro

Mariano Rajoy queda al frente del PP. Los sectores más ultras tanto en lo político como en lo económico se han quedado fuera de la directiva, en el berrinche jimenezlosantero, como mucho. Por otro lado, el sector medianamente civilizado que representa el alcalde de Madrid tampoco avanza pieza.

Entregar al PP en las garras de los copeperos (Pedro Jota, Cristina, Federico) empleando a Esperanza Aguirre como interpósita persona le habría consolidado al partido el apoyo mediático y electoral de al menos dos de las agrupaciones ultra que usan el nombre "falange" en su denominación, además de otros partidos de ultraderecha y sus votantes, de toda la fuerza de la AVT y de muchos que desean que el PP se defina como legítimo legatario del franquismo al grito "fuera máscaras". Muchos de los votantes y entusiastas de estas organizaciones preferirán sin duda invertir su voto en una minoría que consideran digna en su racismo y fascismo que desperdiciarlo en una derecha a la que conciben tibia y hasta entreguista con el separatismo y la laicidad.

Si, por otra parte, el PP hubiera sido asaltado por la derecha semicivilizada de Gallardón, que pretende inspirarse más en Churchill que en Hitler, habría recuperado a grandes cantidades de votantes que sienten que el PP ha ido más allá de lo decente en su desbocada ambición de poder. Incluso ciertos sectores de una autodenominada izquierda que se define ante todo por su odio al PSOE tendrían coartada para votar por el PP.

La permanencia de Rajoy no es ni lo uno ni lo otro, pero a ojos de ambos bandos parece, o se asume, como lo contrario. Los sectores ultras consideran que el rajoyismo (si tal existe) es una derecha débil, entreguista y poco masculina, mientras que los sectores suaves light no pueden olvidar fácilmente las "bonitas" experiencias de Rajoy manifestándose del brazo de la ultraderecha, sus delirantes acusaciones y su connivencia con personajes tan cuestionables como José Antonio Alcaraz.

Y es que nadie sabe qué piensa realmente Rajoy. ¿Es el hombre que sonreía cuando su jefe hablaba catalán en la intimidad o es el anticatalanista de armadura castellano-gallega? ¿Es el ministro que vio con buenos ojos el diálogo del aznarato con los etarras o es el furibundo antinegociaciones que pidió crucificar a Zapatero por hacer aquéllo a lo que lo había autorizado un congreso soberano? ¿Cuándo fue insincero y cuándo no Rajoy? Nadie lo sabe. Y cada día importa menos.

Al fin de este congreso de esperpénticos prefacios, el PP a duras penas puede aspirar, en el mejor de los escenarios, a repetir el número de votantes del pasado proceso electoral, insuficiente a todas luces para acceder a La Moncloa. La consolidación de Rajoy es la condena del PP (salvo que haya verdaderos terremotos políticos a corto plazo) a no avanzar en lo electoral, cosa que los adversarios de Rajoy dentro de su partido no es razonable que acepten sumisamente.

La guerra en el PP seguirá abierta, entonces. La unanimidad de estos días es, entonces, propaganda, y la victoria de Rajoy llama a la memoria inevitablemente a las batallas de Pirro de Épiro, que al vencer la batalla de Ásculo con un colosal número de bajas, exclamó: "¡Otra victoria como esta y estaré vencido!"

6/16/2008

Crisis, matrimonio y pánico

A falta de programa político convincente, la maquinaria propagandística del Partido "Popular" se ha convertido en una especie de censora lingüística encerrada en lo que se conoce como "debates semánticos", donde lo que se discute no son los hechos, sino las definiciones de las palabras.

Asegurar que la unión de dos homosexuales no debe considerarse "matrimonio" basándose en la definición vaticana de la palabra "matrimonio" (sin que el Vaticano sea, en modo alguno, experto reconocido en matrimonios ni vida en pareja, pues lo más a lo que se considera "pareja" en el mundo sacerdotal es al menor de edad del cual se está abusando en el momento) fue la punta de lanza de la ofensiva religiosa del PP. Ahora, por contrario, omiten las definiciones de los expertos en economía para llamar "crisis" a la situación económica española, por cierto que disociándola del resto de los países en las mismas condiciones por esto de la globalización. ¿Crisis en la economía alemana? No, claro que no. ¿Crisis en Francia? Ni de coña. Crisis en España, sólo, y por supuesto que por culpa del gobierno, es decir, del PSOE.

La afirmación de más de un portavoz del PP de que ellos le llaman "crisis" a lo que les da la gana, sin importar la definición "de manual" de los economistas (y porque evidentemente no han vivido nunca una verdadera crisis como la mexicana del "error de diciembre" de 1994 o la argentina del "corralito") implica que seguirán asustando a la ciudadanía con una palabra cuyos verdaderos alcances son aterradores para la población. Para un ciudadano común y corriente, "crisis" implica perder la casa, quedarse sin empleo, comer hierbas, poner a trabajar a los hijos sacándolos de la escuela, curarse con remedios caseros por falta de médico y reducirse a la situación, pongamos por ejemplo, de la Alemania de Weimar, donde la inflación galopante, la devaluación minuto a minuto y el derrumbe de la economía con un endeudamiento feroz representaron un nivel de desesperación tal que un demagogo sin escrúpulos muy admirado por Francisco Franco pudo subirse a la locomotora del estado alemán y poner en peligro al mundo entero regalándonos además alrededor de un centenar de millones de muertos.

Es evidente que cualquier ciudadano español se preocupa si le dicen, día sí y día también, que ése es su futuro. No importa que no lo sea, que la situación económica española no se ajuste a ninguna definición de crisis, ni crecimiento negativo, ni profundas perturbaciones en la economía, ni depresión económica, ni caída brutal de la producción. Pero eso es economía. En la realidad no hay expectativas de que el nivel y calidad de vida de los españoles se vean radicalmente alterados en los próximos meses o años. Caracterizar la situación como "crisis económica" es un despropósito que sólo tiene objetivos propagandísticos. Y electorales, claro.

Lo malo de los excesos retóricos a los que es tan afecto el Partido "Popular" es que destrozan la comprensión. Si el que España pase de crecer el 4% a crecer el 2.4% es una "crisis", ¿cómo le llamamos a lo que ocurre cuando en el Tercer Mundo la gente pasa de comer a morirse de hambre?

Seguramente en Génova 13 tampoco lo saben.

6/12/2008

Objeciones para consideración del juez

Antonio Martín González, magistrado del Juzgado Contencioso Administrativo de Huesca, emitió un auto en el que equipara la “preparación de un menú escolar diferente para los musulmanes” con la objeción a la asignatura de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos, y ha permitido a tres niños no asistir "cautelarmente" a las clases.

Don Antonio, no haré mofa, aunque se presta, a su símil gastronómico, salvo para hacerle saber que la educación no es un menú ni un plato combinado, porque parece no haberse enterado, y no es lo mismo no comer jamón por asuntos religiosos que negarse a enseñarle a los niños su obligación de respetar los derechos humanos porque uno sea fascista. La diferencia no es trivial, señor juez, en modo alguno.

¿Acaso, señor juez, considerará el mismo símil hostelero si un ciudadano presentara su "objeción de conciencia" al álgebra, considerando que es como comer carne en viernes para un fiel católico, y permitiría que los hijos del objetor dejaran de asistir a clases de matemáticas? ¿Y si considera que historia y cultura de las religiones es como un chuletón para un vegetariano y objeta a esa materia? ¿Y qué diría, señor juez, si la "conciencia" de algún padre le indicara que "ciencias de la naturaleza" (en 1º y 2º) y "biología y geología" (en 3º) deben objetarse, y exigiera su "derecho" de privar de esa enseñanza a sus hijos?

En realidad, el derecho a recibir una educación de calidad es un derecho de los niños y los jóvenes, tutelado por el estado. En el caso de la asignatura del falso debate, la gran mayoría de la gente ni siquiera sabe de qué se trata, ya que los portavoces de la ultraderecha se han encargado de enturbiar las aguas.

¿A qué objetan los "objetores de conciencia"?

Se oponen a que los niños de primaria estén expuestos al horrible "reconocimiento de la dignidad de todas las personas, del respeto al otro aunque mantenga opiniones y creencias distintas a las propias, de la diversidad y los derechos de las personas". No quieren que sus hijos escuchen nada sobre la "la igualdad de hombres y mujeres en la familia y en el mundo laboral", ni mucho menos quieren que se les hable a sus hijos de "la asunción de las propias responsabilidades", que son los elementos del primer bloque de la asignatura.

La conciencia de los objetores les reclama que no se diga a sus vástagos nada sobre "los valores cívicos en que se fundamenta la sociedad democrática: respeto, tolerancia, solidaridad, justicia, igualdad, ayuda mutua, cooperación y cultura de la paz", lo cual nos hace suponer que sus valores son más bien la falta de respeto, la intolerancia, la insolidaridad, la injusticia, la desigualdad, el nbo ayudarse, no cooperar y hacer la guerra, algo así como el aznarato ideal. En el mismo tenor, los hombres y mujeres que van a los juzgados quieren defender a sus herederos de saber cómo "abordar la convivencia y el conflicto en los grupos de pertenencia (familia, centro escolar, amigos, localidad) y del ejercicio de los derechos y deberes que corresponden a cada persona en el seno de esos grupos, identificando la diversidad, rechazando la discriminación y valorando la participación y sus cauces". Cosa horrenda, sin duda, pero no más que el detestable "respeto crítico por las costumbres y modos de vida distintos al propio y permite proporcionar elementos para identificar y rechazar situaciones de marginación, discriminación e injusticia social". Todo eso es el segundo bloque de la Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos.

Pero lo más odioso seguramente viene en el tercer bloque, que escandalosamente pretende informar a los tiernos alumnos de "la necesidad y el conocimiento de las normas y principios de convivencia establecidos por la Constitución". Toda una intromisiòn en el derecho de los padres a enseñarle a sus hijos que la Constitución española no merece respeto ni ser tomada en cuenta.

Uno duda mucho que el español común y corriente que no vive emborrachado por el odio jimenezlosantista considere que nada de lo que contempla la asignatura en primaria merece rechazo, al contrario, lo más probable es que, conociéndola, la apoye más gente.

Dejamos para la siguiente barbaridad judicial los cinco bloques de la asignatura para los chicos de secundaria.