6/10/2008

¿Por qué nadie se manifiesta frente a Repsol?

Uno de los más astutos trucos del nuevo capital, del capital globalizado, neoliberal y politizadísimo, es haber conseguido lanzar a la gente, a las víctimas de la globalización neoliberal privatizadora, contra el gobierno cada que las empresas deciden aumentar sus ingresos.

El caso del petróleo es ejemplar. El precio del petróleo no "sube" solo, de modo mágico, sino que "lo suben" los compradores y vendedores en los mercados de petróleo, a donde los extractores se lo venden a los transformadores... aunque habitualmente se trata de las mismas empresas y, más recientemente, del capital especulativo que destrozó el mercado hipotecario estadounidense, el mismo que encarece el cereal y que busca dónde multiplicarse a expensas de la gente común y corriente.

Una vez que ellos, empresarios, accionistas, especuladores, suben el precio del petróleo (de 10 dólares en 1998 a más de 100 en 2008, lo cual nada tiene que ver con la escasez de este bien, que no le engañen los defensores del "libre" mercado que nada tiene de libre), los productos del petróleo aumentan su precio de modo exponencial y sin relación con el aumento de la materia prima. Así, el litro de gasoil en 1998 costaba en España 23 pesetas, es decir, algo menos de 14 céntimos de euro, mientras que hoy el cuesta aproximadamente un euro, es decir, que "sólo" ha aumentado 6 veces.

Ahora, el precio del petróleo y sus productos no lo fija el gobierno, en modo alguno, y sólo proponerlo sería bastante para que el Partido Popular, el dinero y la iglesia en España prorrumpieran en una condena horrenda contra los estatistapopulistas criptorrojos y comunistas de playa.

Pero eso sí, los mismos políticos, financieros y religiosos ven con buenos ojos que los afectados por los aumentos que incrementan las fortunas de los que ya tienen de más se lancen a responsabilizar al gobierno, de modo que ocurra una de dos cosas: que se saquen fondos del gasto social del estado para financiar los aumentos a los carburantes, o su equivalente que es reducir los ingresos fiscales ofreciéndole rebajas a los transportistas (es decir, transferir grandes cantidades de recursos públicos a manos privadas, cosa que agrada mucho a la tríada mencionada), o bien que se establezcan por parte del gobierno esquemas de precios al transporte que encarezcan los productos de consumo, con el consecuente enfado de la población, que le pagará más por lo mismo a los de siempre.

En un caso, se debilita financieramente al gobierno, impidiéndole costear obras y servicios públicos, y en el otro se le afecta políticamente. En ambos, el que paga es el "consumidor", que es como se llama ahora al pueblo, beneficiando a los más pudientes. Y en todos los casos, se oculta efectivamente la responsabilidad real de los aumentos de precios, se defiende a los responsables y, sobre todo, se impide que sean llamados a cuentas ante la población. Ellos tienen sus periódicos, sus economistas, sus partidos políticos y sus esbirros para argumentar que el dios mercado está molesto porque no se le sacrifican suficientes víctimas, y que nadie puede hacer nada ante la terrible deidad, y sálvese quien pueda y todos contra Zapatero.

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