6/06/2008

¿Obama Ilich Uliánov?

Pablo Kleinmann, orgulloso fascista y estadounidense de origen argentino escribe en "Libertad" Digital que no le gusta Obama, lo cual es natural, tratándose de un demócrata que además no es blanco, que ya es delito a ojos de los orgullosos fascistas, porque aunque Kleinmann pretende suavizar el asunto diciendo que es "un candidato de origen negro, la verdad es que no sólo es de origen negro, sino que es negro, cosa que no debería ser tema de conversación salvo para los abrazafarolas que hablan de las cejas de Zapatero y el sexo de las ministras como si ello significara algo.

Pero en fin, Pablo Kleinmann, con su peculiar visión estadounidense, considera que "la victoria de Obama representa el triunfo del ala más izquierdista del partido".

La concepción "izquierda" no tiene vigencia real en la política de los Estados Unidos, como lo sabe cualquiera cuya educación política vaya más allá de los márgenes del Potomac. Los movimientos de izquierda en Estados Unidos nunca fueron relevantes (y cuando amenazaban serlo fueron reprimidos a sangre y fuego o cooptados). El bipartidismo estadounidense no es una lucha "izquierda-derecha", sino entre liberales y conservadores sociales, en un esquema más bien del siglo XIX.

Pero esto trasciende la capacidad de análisis de "Libertad" Digital, el diario online de Federico Jiménez Losantos, y llama al entorno de Obama la "extrema izquierda", dejando para la duda cómo calificaría, digamos, a Rosa Luxemburgo, a Gramsci o incluso a Noam Chomsky, lo más cercano a un izquierdista que sobrevive en Estados Unidos.

Las palabras tienen significado, por supuesto. Cuando un grupo ideológico reescribe el diccionario para convertir a los liberales sociales defensores del capitalismo y la hegemonía de Estados Unidos en "extrema izquierda" y fingir que ser orgulloso fascista, según Pablo Kleinmann, "significa defender las libertades individuales, los valores humanistas de Occidente y el sistema por el cual la gente puede elegir libremente a sus gobernantes", se ha perdido todo género de decencia. Triste espectáculo, que no deja de ser amargamente cómico, el de los victimarios convertidos en víctimas y los terroristas convertidos en vaya usted a saber qué, pero colgados del chaleco del dueño de "Libertad" Digital y gran Goebbels de la derecha neomilenaria.

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