5/18/2008

La maliciosa ingenuidad de Rosa

En un conocido programa de noche rosa, la candidata, presidenta, diputada y accionista principal de UPYD, Rosa Díez, jugó al gato y al ratón con un entrevistador tan obsequioso cuanto impreparado para escamotear y reinventar las definiciones políticas y evitar así explicar (que otro periodista se lo habría pedido) por qué se ha convertido en la chica de portada de la derecha más extrema, criptofranquista y golpista de España.

Rosa dijo que no era importante si era de derecha o de izquierda, luego se definió como "mujer de izquierdas", pasó por llamar al vómito negro de Jiménez Losantos "análisis" y finalizó en un acto de demagogia grosera en el cual hacía la lista de una serie de cosas por las que afirma luchar afirmando tramposamente que ninguna de ellas era de derecha ni de izquierda. Mujer, finalmente, o por lo menos la úlitma vez que tocó el tema, de "izquierda heterodoxa" dispone de una definición tan amplia de la heterodoxia (o de la izquierda) que puede incluir en su entorno político al gran defensor del neoliberalismo económico y el neoconservadurismo político, Mario Vargas Llosa, uno de los últimos anticomunistas profesionales que quedan. Cualquier día Rosa vendrá a decirnos que Berlusconi y Le Pen son de "la izquierda creativa" o algo similar.

Cualquiera que no haya estado dormitando cuando el profesor presentó, en clase de lógica, las falacias argumentales, sabe que Rosa Díez está apoyando su discurso en una plétora de falacias, ofensas al razonamiento y trampas argumentales que no se pueden suponer ingenuas, pese a la mirada inocente y la sonrisa fácil que caracterizan a la política tránsfuga, sino que son argucias verbales, esgrima y demagogia para no mostrar todas sus cartas.

La libertad de cualquier español de que sus hijos sean educados en su lengua materna, ejemplo de la fracasada candidata a secretaria general del PSOE, se presenta como "ni de derechas ni de izquierdas". Podría ser, muchas cosas no son "de derecha" o "de izquierda", pero sí lo es la interpretación que de ellas se hace. Y Rosa se sitúa a la derecha cuando, a continuación, afirma que tal lengua materna es el castellano en cualquier lugar de España, con lo cual el malabar determina que el castellanoparlante tiene derecho a que sus hijos se escolaricen en castellano en la odiada Cataluña, pero el catalán no tiene derecho a que sus hijos se escolaricen en catalán en Lugo o Granada. Ciertamente, debe haber educación en castellano en Cataluña, pero lo que sólo el pensamiento autoritario de derecha puede hacer es concluir que no debe haber el mismo derecho para los catalanes fuera de su comunidad, es decir, que hay derechos que tienen unos pero que no deben tener otros (los catalanoparlantes) y que este derecho se les conculca por motivo de su origen nacional, su lengua y su identidad cultural única y exclusivamente: Tienes tal derecho si hablas español, pero si hablas catalán no.

Si recordamos la definición de "fascismo" que recorríamos en la anterior entrada de este blog, no es tan difícil ver que las palabras aparentemente asépticas y multiideológicas de Rosa Díez se insertan claramente en dicha definición. Tales palabras, de hecho, contradicen la declaración de principios de dicho partido, que afirma: "luchar por la libertad y la igualdad efectiva de los ciudadanos españoles ante la ley con independencia de sus ideas, fortuna, lugar de residencia o lengua materna".

La contradicción evidente entre las palabras de Rosa Díez y las definiciones rimbombantes e inespecíficas de la tibia presentación que de sí mismo hace el partido, no es, ciertamente, de izquierda ni de derecha. Es simplemente un ejemplo de deshonestidad, como lo es incluir entre sus declaraciones de lucha política "que la bandera ondee donde tiene que ondear" antes de, por ejemplo, la promoción del empleo. El que la bandera ondee o no es irrelevante si no se atacan de fondo las causas por las cuales no lo está haciendo, y obviarlas en un discurso simplón, sensiblero y demagógico es, nuevamente, fascismo.

Rosa Díez es la opción a Rajoy entre la derecha extrema antinacionalista y por ende anticonstitucional y, en resumen, antidemocrática por cuanto a que busca la exclusión antes que la inclusión. Pretende cambiar la ley electoral para quitar representatividad política a las identidades culturales que detesta ideológicamente en lugar de reformar para aumentar la presencia de agrupaciones ideológicas con una representatividad disminuida con la ley actual, como IU, pretende una reforma democrática que consagre la exclusión del que piensa distinto sólo por pensar distinto y haber nacido en el sitio incorrecto con las tradiciones culturales incorrectas, aunque afirme oponerse a "la discriminación por razones lingüísticas o identitarias". En su defensa de una España de estilo falangista, supraindividual e incuestionable, el partido de Rosa Díez parece dispuesto a perseguir a las minorías supuestamente en defensa de las mayorías (como en su momento Hitler "defendiera" a los "verdaderos alemanes" contra eslavos, comunistas, judíos, gitanos, homosexuales y testigos de Jehová), sin que en su proyecto político se dé valor alguno a la diversidad, la pluralidad, la libertad del que piensa distinto y, sobre todo, despreciando los elementos educativos, sociales, políticos y económicos que pueden ayudar a acabar con los terroristas o a suavizar las relaciones con las minorías culturales a las que dirige su bombardeo.

El discurso de Rosa Díez, sustentado en el hecho real del terror impuesto en amplias zonas del País Vasco por ETA y su entorno, y legitimado ante ciertos sectores por los asesinatos continuados de este universo psicopático, suena por lo mismo razonable hasta que se consigue leer en él una intención vengativa y revanchista que permite ver, tras la aparente ingenuidad y buenrollismo rockero de Rosa Díez, una puerta, como lo leen los voceros de la COPE astutamente, para colar a la ultraderecha a la respetabilidad, y a lo que ello conlleva.

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