2/27/2008

El contrato de Mariano

De todas las, llamémosles "propuestas", que ha lanzado Mariano Rajoy, incluida esa vieja promesa del neoliberalismo de "bajar los impuestos y subir el gasto", que nunca se ha materializado en los países donde han conseguido embaucar a los votantes, la más ofensiva, cavernaria y ultraderechista es, sin duda, el "contrato de inmigrante".

Verá usted: cuando una persona entra en un país, propio o extraño, es claro que debe ajustarse a las leyes de ese país, aunque le repugnen o no le parezcan correctas. Si la persona entra como inmigrante con o sin papeles, de turista, con contrato o no, la obligación sigue siendo la misma; igualmente, le guste o no tendrá que aprender a manejarse en el idioma de la gente que le rodea, sea o no oficial en el país, porque si no no podrá ni comprar, ni vender, ni saludar.

Dado que eso es un hecho, ¿para qué serviría un contrato como el propuesto por los, llamémosles "estrategas" del PP?

En términos legales no sirve para nada. Es una tautología bobalicona, una reiteración de lo que ya está establecido en el cuerpo jurídico que rige a España. No mejora las posibilidades de integración del inmigrante, no mejora el cumplimiento de las leyes (me recuerda mucho ese formulario de entrada a los Estados Unidos donde preguntan si uno viaja con objeto de matar al presidente de turno, que tiene una carga surrealista potente), no mejora la situación laboral de los inmigrantes ni obliga a los empresarios voraces (muchos de ellos fieles votantes del PP) a contratar a sus semiesclavos inmigrantes sin papeles.

Dado que de nada sirve en lo legal y en lo práctico de la relación entre España y los inmigrantes que en ella están, como una no-solución a un no-problema, queda claro que sirve para otra cosa, para una propaganda de segundas intenciones con esa mala fe que sólo se respira en las inmediaciones de Acebes, Zaplana e Ynestrillas.

Al "exigir" que los inmigrantes cumplan las leyes, Mariano y los suyos están sugiriendo insidiosamente que a) los inmigrantes no las cumplen, b) el PSOE es el culpable de que no las cumplan, c) el PP tiene la fórmula para que las cumplan. Que la enorme mayoría (uno está tentado a escribir "el 99%") de los inmigrantes cumplan las leyes queda así oculto tras la cortina de humo xenófobo. Al "exigir" que los inmigrantes se ajusten a las "costumbres españolas" la intención es la misma: se está afirmando que no se adaptan a su entorno y se culpabiliza a los socialistas, pero además se exalta ese modelo de españolidad que la derecha ha tratado de escriturarse en exclusiva, para un patrioterismo unilineal y antiplural, una españolidad de división y resta antes que de suma e inclusión, con patria para unos pocos y los demás a callar.

Esta propaganda, pues, está orientada a asegurarse el voto de los entusiastas manifestantes de los mítines organizados abiertamente o bajo cuerda por el PP durante toda la legislatura, esa ultraderecha minoritaria pero estridente y armada que presume de su participación en esas marchas que Mariano Rajoy considera "tan bonitas". Y está orientada también a calentar el perol de la xenofobia entre la ciudadanía, de hacer que sus vecinos de ojos rasgados, piel oscura o religiones diversas sean vistos con desconfianza y temor, pues el gran líder nombrado a dedo por Aznar nos dice que son delincuentes, exóticos y peligrosos... al menos mientras no firmen un contrato tranquilizador.

Otro paso a la derecha de un partido cada vez más despeñado en la indecencia democrática, el odio y el juego sucio.

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