12/16/2007

Populismo y violencia

La escalada populista de Mariano Rajoy alcanza cotas asombrosas. A tres meses de las elecciones ya ha realizado una gran cantidad de promesas incumplibles pero que endulzan el oído del elector, especialmente del que vota de acuerdo con su bolsillo y no de acuerdo con sus principios o ideas políticas. Una y otra vez, los neoconservadores han prometido, en distintos países, el milagro de los peces y los panes, que eso y no otra cosa es simultáneamente bajar los impuestos y aumentar enormemente el gasto público. En todos los casos, lo que han hecho es bajar los impuestos a los más ricos, aumentarlos a los más pobres y no cumplir sus promesas sociales. En el caso de Rajoy, ya ha asegurado ser capaz del milagro de bajar los impuestos y al mismo tiempo aumentar las pensiones, crear guarderías gratuitas para todos, destinar el 0,7% del presupuesto del estado español a la solidaridad internacional y aumentar los derechos de los trabajadores en desmedro de los patrones. Para poder hacer eso, será necesario que Rajoy, que cada vez más parece ser el portavoz de Ángel Acebes y poco más, multiplique mágicamente los recursos del gobierno como dice la leyenda que hizo Cristo con los panes y los peces. En pocas palabras, lo que ofrece es imposible, pero eso no parece importar a los estrategas del Partido "Popular", que desde hace 4 años no se han detenido ante nada para dinamitar al gobierno socialista.

El otro brazo del ataque de la derecha al gobierno de Rodríguez Zapatero es más absurdo, si cabe, y pasa por garantizar, en beneficio del PP, la permanencia de ETA en el escenario político español, y en manos del sector más radical e intransigente. Si mañana, como desea la dirigencia del PP, se decretara que nunca, jamás, de aquí al fin de los tiempos, se negociará con ETA, se estará dando la razón al ala más bestial e irracional del grupo violento, cosa que para el PP significa mantener durante muchos años más una de sus principales banderas, que también corre por el ladeo de identificar a toda la izquierda nacional y mundial con el puñado de delirantes de ETA. Ningún político en su sano juicio podría jamás suscribir ese "nunca jamás", como lo demostró Yitzak Rabin al negociar con Arafat, un terrorista desalmado que se tuvo que reconvertir de acuerdo a su posición como líder político y moral de su pueblo. La política es el arte de lo posible, todavía, por más que desde la derecha se le quiera convertir en el arte de la mentira sucia.

El reciente comunicado delirante de ETA y las declaraciones de algunos líderes de izquierda independista vasca acusan a Zapatero de no haberse plegado a los deseos de la banda, precisamente lo contrario de lo que afirmaban hasta hace pocos días los dirigentes del PP, que aseguraban que se había concedido todo, incluso la ruptura de la nación y la entrega de Navarra. Las afirmaciones de los independendistas violentos demuestran, irónicamente, que el PP nunca ha acusado con base en datos, sino que lo ha hecho pensando en términos de agitprop, manipulación mediática y rendimiento político. Es decir, la forma más baja, basta y repugnante de la política. Politiquería, pues.

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