11/20/2007

¿Resurgen fantasmas?

No pocos periodistas están asombrados de que la ultraderecha, el fascio, el neonazismo, haya hecho más alharaca este año que en anteriores, llegando incluso a traer a su entourage a David Duke, cuyo tinte capilar cada vez es más rubio, nada como aquel muchacho de pelo castaño que soñaba con linchar negros con su capucha blanca mientras declaraba su tierno amor por Hitler.

Pero lo acontecido era esperable. La ultraderecha nostálgica de la muerte se fortalece con el paso del tiempo, inevitablemente, cuando la memoria colectiva (esa memoria que, de alguna forma extraña, España trató de suprimir por tantos años) realiza su labor habitual de selectividad. Para los jóvenes que hoy hacen el saludo nazi (recordemos que sólo un gobierno, el de Francisco Franco, publicó una esquela en los primeros días de mayo de 1945 tratando de honrar a Adolfo Hitler), no existen los hechos del franquismo, la censura, las golpizas, el ambiente asfixiante, los parientes exiliados... los muertos de la guerra y de la dictadura, ésos de la tardía memoria histórica, carecen de entidad humana, de presencia, son como el tatarabuelo del que a veces se habla pero cuya muerte, por lejana, no se puede llorar.

Los fascistas españoles, como los neonazis alemanes, estadounidenses o argentinos, necesitan la desmemoria. Con el paso del tiempo se puede negar la masacre de judíos, gitanos, homosexuales y eslavos. Con el paso del tiempo se negarán las torturas brutales del pinochetismo y del videlato. Con el paso del tiempo hoy los vendedores del odio pueden pintar un panorama "de extraordinaria placidez", Mayor Oreja dixit donde no había represión sino "orden", donde no había marginalización cultural, sino "nacionalismo", donde había una España para todos... en la que no cabían ya no digamos todos, sino ni siquiera la mayoría de los hombres y mujeres nacidos en España, una España privatizada para la mayor gloria del ejército, la iglesia y los amigos del dictador. Los demás eran enemigos reales o potenciales, y así lo repetían día sí y día no los periódicos, todos fieles y leales.

No extraña, pues, que parezca resurgir un neonazismo desinformado y confrontacional, lo que extraña, sí, es que los proyectos de "memoria histórica" no impliquen intensamente la inclusión en los planes educativos españoles de la historia de los hombres y mujeres de este país entre 1936 y 1978.

Cada skinhead, cada brazo en el saludo nazi, cada svástica, cada golpeador de niñas en los trenes, cada ultra futbolístico, cada comprador de los reciclados libros de odio de Duke son el producto, en gran medida, de un sistema educativo en el cual se pactó el silencio cómplice con la dictadura fascista, con los torturadores, con los beneficiarios del odio. Mientras los jóvenes no sepan qué ocurrió en esa etapa esencial de España, estarán dispuestos a creer cualquier fantasía que ocupe el lugar de los hechos, y a soñar con recrear una España ideal que nunca existió más que en las sangrientas fantasías del dictador.

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